EL MITO DE LA VIRGINIDAD.
La exigencia de algunos hombres de que la mujer que aman sea virgen antes de su primera relación sexual obedece a la necesidad de establecer un control sobre ella a través del sometimiento, entendido sobre la base de considerarse el primer hombre que penetra en el territorio vaginal y virginal de su «amada».
Para algunos hombres, si no hay sangre en la primer relación sexual, es una frustración que deja insatisfecha su sed de sometimiento a la mujer, a la cual se le vive como amenazante y para contrarrestar dicha angustia se le necesita ver herida y lastimada en sus genitales. Si ésta sangra, es señal de que se le ha dominado, por haberla lastimado, si se le ha lastimado es que uno es más fuerte que ella y eso reasegura al hombre inseguro de sí mismo por la angustia de castración que se despierta frente a los genitales femeninos; estos hombres necesitan reconfirmarse en su masculinidad, viendo sangrar los genitales femeninos y no los suyos. En realidad los hombres que privilegian a la virginidad por encima de la mujer, sólo demuestran su miedo e inseguridad sobre su propia masculinidad, la cual no esta exenta de temores sobre su identidad sexual.
En la edad media, los señores feudales tomaban posesión de las mujeres en su primer noche de bodas para señalar su poderío sobre sus súbditos, la famosa primae noctis, o primera noche, que generaba mucho rencor por parte de la mujer así violentada en su intimidad y que los varones se veían sometidos a permitir so pena de castigos severos y a veces hasta la muerte.
En ciertas culturas antiguas y algunas actuales pero primitivas, se le teme a la mujer virgen y se busca que sea otro el que la desflore antes del matrimonio, para así quedar libre del supuesto enojo que despierta la desfloración femenina.
En la cultura occidental se ha concedido demasiada importancia al factor de la virginidad por la influencia de la iglesia católica que pone como modelo de mujer a la virgen María y también como una manera de poder garantizar la paternidad de los hijos. Sin embargo, hoy en día, con los avances en el control de la natalidad y la mayor libertad de la mujer para establecer relaciones sexuales, la virginidad ya no es tan relevante como antes, sobre todo entre los hombres que poseen cierto grado de cultura y preparación académica, pues se valora más a la mujer en sí misma que a su himen, aunque en las culturas conservadoras y sometedoras persiste la idea de que la mujer sólo vale si llega virgen al matrimonio. Es por ello que muchos padres ponen el grito en el cielo si se enteran de que su hija ha tenido relaciones sexuales antes de casarse y no son pocas las madres que las humillan y rechazan por haberse permitido gozar sexualmente, perdiendo su «tesorito» fuera del matrimonio, obligándolas a casarse aunque éstas no estén totalmente enamoradas de su pareja.
Lo que muchas personas desconocen es que la virginidad suele perderse por muchas razones diferentes a la de tener relaciones sexuales, tales como andar en bicicleta, patinar, caerse, subir arboles, etc. y esto puede suceder desde la infancia, por lo que la mujer no necesariamente tiene que sangrar en su primer coito. Por otra parte, existen hímenes tan elásticos que solo se llegan a romper en el momento del parto o en un examen ginecológico, pero no en una relación sexual, por lo que se puede cometer el error de culpar a la mujer de no ser virgen, cuando ésta puede llegar a su primer parto con dicho tejido entero.
Ante el mito de la virginidad, algunas llegan a derramar líquidos rojos sobre las sabanas, como agua de jamaica o catsup, y a expresar dolor en la primer noche aunque realmente no lo sientan, con el fin de hacer creer a su pareja que eran vírgenes y así no correr el riesgo de ser rechazadas, pero esto las priva de gozar realmente de su primer relación sexual con la pareja que aman.
El mito de la virginidad es uno de tantos que existen en materia de sexualidad y que deberían desaparecer del planeta para beneficio de ambos sexos, para ello es necesario que:
No se les eduque, tanto a hombres como a las mujeres, en la creencia de que la virginidad es más importante que la mujer.
Se le haga sentir a la mujer que ella vale por lo que es y no por un pequeño tejido en sus genitales, que puede romperse fácilmente.
No se les haga creer ni sentir que la sexualidad es mala y pecaminosa.
Educarlos con el ejemplo y trasmitirles la idea de que la sexualidad es algo bueno y placentero, que debe vivirse con responsabilidad y en su momento.
Propicie que confíen en usted para hablar del sexo y acláreles sus dudas lo mejor que pueda.
Incúlqueles el valor de la responsabilidad, para que sean capaces de amar con responsabilidad y no con culpa ni angustia.
Si le interesa saber más:
La sexualidad femenina de Francoise Dolto. Edit. Paidós.
Sexualidad normal y patológica en la mujer, de W. Eicher, edit. Morata.