LOS ESTRAGOS DE LA DEPRESIÓN.
Si bien es cierto que hoy en día se ha escrito y dicho mucho sobre la depresión, también es verdad que cada día es mayor el número de personas que padecen los estragos de esta enfermedad, tan cruel, destructiva y dolorosa, tanto para el que la padece como para quienes lo rodean, sean familiares, amigos, compañeros, cónyuges o hijos.
La depresión tiene múltiples rostros y manifestaciones. Existe la depresión endógena y la exógena, en la primera se habla de que las causas son internas al sujeto y que existen alteraciones de tipo bioquímico en el organismo, en la segunda se considera que el sujeto se deprime a consecuencia de causas externas, tales como las experiencias vividas en la infancia con sus padres, principalmente con su madre, perdidas de persona importantes, trabajo, estabilidad, etc. También existen diferencias en el nivel de gravedad y de antigüedad de la enfermedad; desde la depresión leve o moderada, hasta la grave, desde la depresión aguda y reciente hasta la depresión crónica y profunda, que suele llevar al individuo que la padece a morir en vida y a los intentos suicidas o al suicidio mismo.
En todos los cuadros de depresión existen rasgos comunes: sentimientos de desvalimiento, de minusvalía, desinterés por las cosas, desgano, llanto sin razón aparente, sentimientos de culpabilidad muy fuertes, las personas se sienten indignas de ser amadas a la vez que se quejan de no ser queridas por nadie, existe un empobrecimiento del Yo y de sus funciones, el rendimiento laboral, intelectual y sexual se ve seriamente afectado, disminuye el apetito, se pierden las ganas de vivir y se deja de sonreír.
Los intentos de los familiares y amigos por sacarlos de la depresión suelen contribuir a que la persona deprimida se hunda más en su aislamiento depresivo y a que se incremente su impotencia, rabia interna y culpa por no poder reconocer las cosas «bonitas» que los demás les señalan.
La persona deprimida siempre mira al cielo obscuro y al sol apagado, a la luna sin brillo y al mar sin olas. Ante las alegrías ajenas se deprimen más y su culpa se incrementa, pues creen que solo estorban en este mundo para la felicidad de los otros.
Ruth era una mujer de treinta y tantos años, extranjera, muy guapa, profesionista exitosa de la medicina. Vivía sola, viajaba mucho y sabía varios idiomas. Era soltera y nunca tuvo hijos. Se podría decir que era el prototipo de una mujer exitosa de los años ochenta. Tenía propiedades, auto último modelo, acudía a conciertos y a conferencias. Pero un mal día comenzó a decirle a su amiga «me voy a matar, ya no quiero vivir»; su amiga lo tomo a broma y le dijo que no dijera esas cosas, sin prestarle mayor importancia. Ruth continúo diciendo que pensaba en quitarse la vida «ya lo he planeado, ya compre la soga con la que me voy a colgar». Su amiga comenzó a angustiarse, pero no creyó que hablara en serio.
Ruth era una mujer poco afectuosa, pero amistosa, sobre todo con su amiga. La víspera de su muerte, se comportó muy atenta y afectuosa con Alicia, su amiga. Al despedirse de ella lo hizo con un beso, lo que nunca había hecho. Alicia sintió el deseo de acompañarla al coche, cosa que tampoco acostumbraba hacer.
Al día siguiente, Alicia se enteró de que Ruth había decidido dejar este mundo, en el cual no había encontrado la felicidad que anhelaba. Sus éxitos profesionales, académicos y económicos, no le bastaron para llenar el vació existencial que la llevo al suicidio.
Si Ruth hubiera asistido a psicoterapia, tal vez no estaríamos contando su historia de esta triste manera.
Laura es una mujer de 35 años, casada y con hijos, que acude a psicoterapia «porque ya no puedo seguir viviendo hundida en la desesperación y angustia, siento que todo me sale mal y que les hago daño a mis hijos y a mi esposo, no sé qué me pasa, siento ganas de morirme, pero me da mucho miedo, ya no puedo seguir así, necesito que me ayudes». Laura es una mujer bonita, inteligente, culta y agradable al trato, aunque no puede ocultar la cara lánguida y angustiada, desesperada. Su deseo de ser ayudada y sacada del fondo de su depresión es el principal aliado para lograr el éxito terapéutico. Lleva casi dos años en psicoanálisis y ha podido salir de la crisis depresiva, ha vuelto a trabajar, disfruta más de sus relaciones sexuales, trata mejor a sus hijos y su vida conyugal ha progresado; ya no siente aquellos fuertes deseos de morir. Se cuida más en todos los aspectos. Logra disfrutar más las cosas que tiene y ha recuperado su productividad laboral, personal y familiar.
Los estragos que causa la depresión son dramáticos y a veces trágicos. Las horas hombre perdidas en la industria se suman por millones en el mundo, lo mismo que las pérdidas económicas por accidentes, enfermedades, ausentismo laboral y estudiantil, pero lo más grave de todo son las horas- hombre de vida desperdiciadas por las personas deprimidas, así como las pérdidas de vidas por el suicidio directo e indirecto.
Los múltiples estragos de la depresión, que tal vez sean mucho mayores que los que causan el cáncer y el sida juntos, pueden ser neutralizados a través de la psicoterapia y de los psicofármacos actuales.
Pero si el sujeto deprimido no pide la ayuda y si no cuenta con familiares que le ayuden a buscarla, el resultado puede llegar a ser como el de Ruth. Si busca y acepta la ayuda psicoterapéutica, el resultado es como el caso de Laura, quien está en proceso de resolución de su depresión.
La depresión es una enfermedad muy grave y muy extendida en el mundo, que ataca a bebés, niños, adolescentes, adultos y ancianos, a hombres y a mujeres, no respeta niveles sociales ni culturales, tampoco raciales ni religiosos.
La vacuna contra la depresión contiene altas dosis de amor materno desde el nacimiento, cápsulas de autoestima fuerte y reforzada con gotas de reconocimiento paterno por lo que uno es en sí mismo, brindadas en un clima familiar armonioso y amoroso, en donde predomine el interés por la vida, y la culpa no sea el principal instrumento para dominar a los demás.
Ante los primeros síntomas de esta perjudicial enfermedad, debe buscarse la ayuda de un buen profesional de la salud mental. Mientras más pronto se atienda el problema, menos estragos causara en el individuo y en su familia.
NO deje que la depresión lo venza, alíese con alguien para acabar con ella y rescate el placer por la vida, por las personas y cosas que le rodean. Volverá a ver como brilla el cielo, como calienta el sol, se deleitará con el canto de los pájaros y la risa de los niños, se sentirá fuerte y con energía para conseguir lo que anhela, disfrutará de ver la luna y se iluminará con la luz de las estrellas. Las flores le adornaran su entorno y sus seres queridos disfrutarán y compartirán su retorno a la vida, al trabajo, al amor y al gozo por lo que haga.
La depresión hace estragos en el hombre, pero el hombre puede combatirla y vencerla, no lo olvide.