SEXUALMENTE AMOROSOS.
La sexualidad y el amor no siempre van de la mano, como sería el deseo de muchos, pues el impulso sexual suele imponerse sobre la razón y el sentimiento, por lo cual algunos pueden tener sexo con personas a las que recién han conocido, a las que no los une ningún tipo de lazo, salvo el imperioso deseo de la descarga pulsional, muchas veces contaminado con violencia. Es relativamente fácil tener sexo con cualquiera y de cualquier modo, lo que es más complicado en tenerlo con amor. Sin embargo, la mayoría de las personas reconoce que el sexo amoroso es más placentero, completo y satisfactorio que cuando esta ausente el vínculo afectivo.
Llegar a ser sexualmente amorosos implica un largo proceso de maduración, que conlleva el compromiso, la confianza, la responsabilidad, la reciprocidad, la intimidad, la entrega y el interés por la pareja. El placer propio se funda en el placer del otro. En cambio, en el sexo por el sexo, lo que prevalece es el placer personal, sin importar lo que sienta y piense el compañero (a).
Como todas las cosas buenas de esta vida, el sexo con amor es algo más complicado de alcanzar; sin embargo, la intensidad del goce sexual que se obtiene, desquita con creces el esfuerzo de hacer todo lo necesario para lograrlo. Una relación sexualmente apasionada suele darse durante el noviazgo, cuando ambos creen que se aman con locura, sin embargo el amor requiere de tiempo y madurez para florecer y no se debe confundir con este enamoramiento, pues el primero es producto del conocimiento, el compromiso, la confianza, la intimidad, la responsabilidad y la reciprocidad entre los amantes. Todo lo cual requiere que ambos sean personas que posean cierta madurez emocional y que tengan un equilibrio psicológico en el que se implica una fuerza yoica que refleje una buena auto estima, un control adecuado de los impulsos sexuales y agresivos, una confianza interna, lo que E. Erickson llamo la confianza básica y un interés genuino por el bienestar del otro.
Los jóvenes suelen confundir su apasionamiento, con el amor, debido a que la fuerza de sus emociones los lleva a una entrega y a una dependencia mutua tan fuertes, que están dispuestos a dejarlo todo por la compañía de la persona amada. Sin embargo, con el paso del tiempo se llegan a dar cuenta que su enamoramiento tiende a diluirse si no se abona y riega cotidianamente con el entendimiento, la comunicación, la comprensión y el compromiso. Claro que para que dos personas se puedan comprometer formalmente y decidan compartir su cuerpos, sus emociones, sus secretos, su espacio, su tiempo y su dinero, es necesarios que exista cierta pasión inicial, que les ayude a tomar la decisión de romper con la familia, con los amigos y con sus otras relaciones. Pero es necesario que experimenten juntos diferentes situaciones para poder enamorarse realmente. En primer lugar necesitan conocerse tal como son, para lo cual requieren dejar la idealización inicial y compartir sus pensamientos y fantasías más íntimos, así como sus anhelos, frustraciones y enojos.
La intimidad requiere de tiempo y de privacía juntos y según el sexólogo L McCary ésta se forma con los siguientes componentes: selección, reciprocidad, confiabilidad, mutualidad y gozo. Para lograr una buena intimidad y en consecuencia un buen sexo amoroso, es necesario que ambos se hayan elegido libremente, lo cual vuelve mutua la selección, pues ambos han decidido compartir sus vidas. Esto aumenta la confiabilidad entre ellos y no necesitan estarse justificando, disculpándose ni defendiéndose constantemente. Al confiar y comprenderse mutuamente, se desarrolla la reciprocidad y esto incrementa el deseo de compartir sentimientos y experiencias cada vez más profundas en la confianza de que no serán juzgados por el partenaire. Al desarrollarse y fortalecerse la intimidad, ambos crecen en seguridad personal y florece un sentimiento de aceptación que los lleva a un goce mayor en el intercambio sexual, facilitando una espiral dialéctica amorosa de disfrute sexualmente compartida.
Sentirse sexualmente amoroso provoca una sensación de plenitud y de realización personal, que genera una mayor fuerza del ego que permite una mejor flexibilidad y con menores demandas de tener otras relaciones interpersonales. Los amantes de este tipo son más capaces de reírse de todo y hasta de sí mismos y no necesitan justificarse ni aparentar todo el tiempo, pues no temen el rechazo del otro. Son capaces de manifestarse la ira y los enojos de manera adecuada para poder resolverlos, sin dejar heridas graves en la relación. Saben escoger el momento y las palabras adecuados para expresar aquello que les incomoda y sobre todo saben escuchar activamente al otro, retroalimentándolo, clarificando y confirmándolo en lo que manifiesta.
Cuando se esta sexualmente enamorado (a), se respeta, se admira y se quiere al otro tal como es y se le ayuda en su crecimiento personal, participando de sus anhelos, sueños y logros. En lo sexual se preocupan uno por el otro en satisfacer los gustos y necesidades, por raros, simples o diferentes que parezcan. Si al otro le gusta, entonces hay interés en agradarlo, siempre y cuando no se dañe a terceros. El saber que el otro (a) se siente complacido con lo que se le ofrece, es motivo suficiente de placer y de disfrute personal: “me encanta verte disfrutar con lo que hacemos”. Y el otro dirá algo semejante “me fascina que te guste complacerme, porque eso me hace quererte más y desear complacerte en lo que a ti te gusta”.
El psicoanalista Harry Stack Sullivan afirmo que “el amor existe cuando la satisfacción de la seguridad de la otra persona se vuelve tan significativa para uno como la propia satisfacción o seguridad”. Es por ello que el estar sexualmente enamorados conlleva el interés por la complacencia mutua.