AL CALOR DE LAS HORMONAS.
El calor y el fragor de las hormonas ha invadido a los adolescentes desde siempre, avasallándolos por su inexperiencia, que los expone a correr grandes riegos, por lo que se hace necesaria una educación sexual libre de prejuicios desde la infancia, mediante un dialogo oportuno, constructivo y comprensivo, para ayudarles a enfrentar el reto de la mejor manera posible, sin restarle encanto al surgimiento de su sexualidad juvenil y apoyándolos para que la puedan vivir sin angustias, sin culpas y sin los altos riesgos que conlleva el precoz ejercicio de la misma, de manera tal que en el futuro puedan disfrutar de una sexualidad plena y madura.
Al llegar a las once o doce primaveras, los adolescentes experimentan un renacimiento y florecimiento de su inquietud sexual. Tanto las niñas como los varones ven cambiar su cuerpo infantil, con el que siempre han convivido, y les angustia y sorprende ver que cada día es diferente. Los pequeños capullos se van transformando en bellas flores que con el paso del tiempo darán frutos y mantendrán el ciclo de la renovación humana. Los cambios físicos van acompañados de modificaciones internas y de emociones muy fuertes a las que no estaban acostumbrados, especialmente aquellas que les provocan excitaciones sexuales cuando ven a alguien que les agrada o simplemente aparecen de la nada y en el momento menos oportuno del día. Las chicas se ruborizan y sus pequeños pezones se erectan, a los varones se les nota el pene en erección, además de la cara roja y ambos sexos descubren que frente a una excitación así, sus genitales se humedecen. Las primeras experiencias los toman por sorpresa, pero con el tiempo y la información adecuada comprenden que tales sensaciones corporales serán parte de su vida y aprenden a lidiar con ellas y a sacarles provecho.
El verdor de su desarrollo sexual los exponen a situaciones de alto riesgo, tanto entre sus pares como frente a los adultos, pues la fuerza de sus impulsos sexuales es mayor que la capacidad de control de su yo en crecimiento, razón por la que se les debe orientar sobre dichos peligros y brindarles las herramientas para que sepan enfrentarlos exitosamente. Ante las dificultades para mantener relaciones sexuales con la aprobación familiar y social, debido a su inmadurez para hacer frente a las consecuencias de un embarazo o el riesgo de las enfermedades de transmisión sexual, lo que está al alcance de la mano de los adolescentes es el auto erotismo, como medio seguro de obtener el placer de la descarga de las tensiones acumuladas por efecto de las hormonas y de la estimulación medio ambiental. Los que han sido educados en un sano ambiente, saben que no hay nada de malo en la masturbación, que la descarga sexual por estos medios a nadie perjudica, siempre y cuando se practique sin culpas, sin obsesionarse y sin preferirla por encima de la convivencia con sus congéneres.
Debido a que las hormonas hacen su trabajo y a que el medio amiente actual bombardea a los jóvenes para que mantengan relaciones sexuales a una edad temprana, como sinónimo de éxito, los riegos de los embarazos precoces han aumentado, especialmente entre quienes no han tenido la fortuna de contar con una adecuada educación sexual dentro de su familia. El VIH es la otra consecuencia negativa de establecer relaciones sexuales sin protección y antes de haber madurado para poder hacer frente de manera responsable a su sexualidad. Las estadísticas refieren que un alto porcentaje de jóvenes menores de veinticinco años son cero positivos, lo cual indica que adquirieron el virus en su adolescencia temprana, entre los catorce y los diez y seis años de edad. Esto obliga a reflexionar sobre las múltiples razones por las que los adolescentes siguen arriesgándose a tener relaciones sexuales sin la debida protección, a pesar de que por todas partes se habla de los riesgos y de que en cualquier lugar se pueden adquirir los preservativos. ¿Será acaso, como alguna vez se dijo, que “hormona mata neurona” y que los jóvenes se dejan llevar por el impulso sexual sin medir las consecuencias de sus actos? ¿O se deberá a que los adultos se han desentendido de la responsabilidad de dialogar con sus púberes sobre los encantos y los riesgos de una sexualidad sin los cuidados adecuados? ¿Influirá en todo esto la incitación al alcoholismo y al riesgo, tan publicitados en los medios de comunicación? Lo más probable es que las razones sean multifactoriales. Lo que si es cierto es que los adolescentes siguen requiriendo que sus padres y los adultos responsables, los provean de información adecuada y de ciertos controles que ellos puedan internalizar para que aprendan a cuidarse y puedan ejercer una sexualidad madura, placentera, sin culpas, responsable y mutuamente satisfactoria, cuando estén preparados para hacerse cargo de sus consecuencias y no solo como suele suceder, que es de carreritas, sin planeación, con angustia, irresponsablemente y sin satisfacción mutua.
Los adolescentes quieren experimentar muchas cosas por sí mismos, especialmente la sexualidad, por lo que se olvidan de los riesgos de un embarazo o el VIH y al calor de las copas, de las caricias, del baile o del momento y bajo el influjo del deseo, estimulado por las hormonas, el pensamiento se obnubila y llegan a creer que a ellos no les pasará, dejando de lado la protección. Es el caso de Andrés, un muchacho de 17 años que estando de vacaciones en el extranjero, se ligó a una chica con la que tuvo sexo sin preservativo la primera noche que se conocieron. Él sabía de los riesgos, que tenía que usar el condón, pero estimulado por el alcohol y por presumir con sus amigos, se fue a la cama con la desconocida sin haber comprado el preservativo. No sabrá si fue contagiado por el VIH, hasta seis meses después, así que si no se cuida en sus siguientes relaciones sexuales, será un probable transmisor del VIH en su medio ambiente. La chica extranjera, que acepto tener sexo sin protección con Andrés, es casi seguro que lo haga frecuentemente con los demás y que corra un alto riesgo de embarazarse y/o de adquirir el VIH. Chicos como Andrés y su amiga, existen en todas partes, por eso la importancia de ayudarlos en el manejo de sus hormonas y de su sexualidad, sin asustarlos ni culpabilizarlos, mucho menos perseguirlos con prejuicios y condenas sobre sus impulsos.
Por estas razones, cobra relevancia una buena educación sexual desde la infancia, que les permita comprender el llamado de sus hormonas y cuenten con las herramientas que les ayuden a controlarse adecuadamente, de tal manera que si deciden tener sexo antes de ser lo suficientemente maduros y responsables, por lo menos sean capaces de cuidarse de los riesgos mencionados. Aunque no son mayoría, cada vez aumentan los adolescentes que se preocupan por el cuidado en sus relaciones sexuales y se preparan con el preservativo en mano.
La mejor manera de ayudar a los adolescentes a lidiar con el embate de sus hormonas es dialogar con ellos, escuchándolos y ofreciéndoles estar ahí para lo que quieran saber sobre su desarrollo, inquietudes y emociones generadas por su despertar y florecimiento sexuales.