EL SADOMASOQUISMO SEXUAL.
En las relaciones sexuales suelen surgir las pasiones más sublimes y las más primitivas de que es capaz el ser humano. Entre ellas se encuentra la conducta sádico masoquista, en la que el objetivo de la relación no es solo el placer libidinal amoroso, sino el hacer sufrir al otro y sufrir a través del otro.
Este tipo de relación puede ir desde la simple y sencilla fantasía de flagelación que sirve para estimular la relación, sin llegar al acto, hasta las conductas más aberrantes que incluyen, además de la tortura psicológica, la agresión física y en ocasiones hasta la muerte o la mutilación de un miembro de la pareja.
En todas las relaciones sexuales suele aparecer algo de sadismo y de masoquismo, pero este suele ser tolerable y manejable sin dañar a la pareja, por ejemplo, cuando uno de los dos o ambos fantasean con dominar o someter al otro, cuando juegan a que uno es controlado y manipulado por la pareja, o cuando se fantasea que se tiene sexo a la fuerza. Los mordiscos y los apretujones tienen una cierta connotación sádico masoquista, pero no se parece en nada a la conducta del sádico perverso o del masoquista patológico.
El sádico perverso no se interesa por la pareja más que en el sentido en que ésta es una persona-objeto que le sirve a sus fines agresivos y se somete dócil y humilladamente a sus indicaciones, además de aceptar ser maltratado en lo emocional y en lo físico. El sádico solo puede sentir excitación sexual si el otro es lastimado y sufre por ello. El sádico tiene un grave problema para diferenciar la sexualidad de la agresividad y su energía libidinal es tan pobre que la agresión y la violencia es lo único que le permite obtener cierta excitación sexual con sus parejas. Necesita sentir que posee un dominio total sobre el otro, quien a su vez se siente bien de tener quien lo domine y someta, pues solo así cree que es amado, como el personaje de la obra teatral: Pégame, mátame, pero no me ignores, del premio Nobel de literatura Darío Fó. O como escribiera el filósofo francés Jean Paul Sartre, parafraseando al Marqués de Sade: “Mi decepción es completa, puesto que trato de apropiarme de la libertad del otro y percibo que no puedo actuar sobre él. Esta desilusión será el móvil de mis actos para convertir a ese alguien en un objeto de mi propiedad, aunque sea por medio de la violencia”
El termino sadismo debe su nombre al Marqués de Sade, literato francés del siglo XVIII, cuya vida se narra magistralmente en la película Letras prohibidas y que permite reflexionar acerca de la violencia de que es capaz el ser humano, no solo sexualmente sino en todos los aspectos de su conducta.
El sadismo como tal, es una perversión o desviación sexual, porque el fin de la descarga sexual se ve desviado hacia el provocar dolor en la pareja y no placer. Quien siente placer es el sádico, al ver el sufrimiento del otro, quien a su vez debe ubicarse como un masoquista, termino derivado de los escritos de otro literato del siglo XVIII, pero de menor valor intelectual que el Marqués de Sade, llamado Leopold von Sacher-Masoch, quien describe los sufrimientos de sus personajes en las relaciones sexuales y como solo así logran obtener un desahogo sexual. Si no son maltratados, humillados y sometidos, no pueden alcanzar el éxtasis sexual.
Cabe aclarar que estos dos tipos de desviaciones sexuales se presentan primordialmente en los varones y van ligadas de la mano una con la otra. En las relaciones de pareja sadomasoquistas, uno desempeña el rol de sádico y el otro de masoquista, pero también pueden intercambiarse los papeles. A pesar de que el sádico es el que agrede y humilla y pareciera ser la parte dominante, en el fondo también es un masoquista, que se identifica con el sufrimiento de su partenaire, y al masoquista le pasa algo similar, en su actitud pasiva y sometida ante el sádico, goza al identificarse con éste y no le importa ser lastimado con tal de que el otro desempeñe su papel.
Se tiene entonces una relación patológica en la que la sexualidad está contaminada con la agresión en lugar de predominar la libido, estas parejas suelen mantenerse unidas por estos lazos agresivos, en donde lo esencial es lastimar y ser lastimado para poder obtener algo de satisfacción sexual. En ambos casos el problema tiene su origen en las fallas vivenciadas en la infancia, respecto a las experiencias sexuales y a la educación recibida, tal como lo dijera el mismo Sade: “Perdonad mis defectos, es el espíritu de la familia que me domina, y si debo hacerme un reproche, es de haber tenido la desgracia de nacer en ella. Dios me guarde de todas las ridiculeces y los vicios de que está infestada”.
El Marqués de Sade fue un hombre que en su niñez fue muy consentido y sobreprotegido al grado de convertirse en un narcisista, que sentía tener el derecho de dominar a los demás, razón por la que, en sus escritos, el personaje principal es el sometedor del otro. Sin embargo, él escribió textos en los que el supuesto sádico si buscaba el placer sexual y no solo el sufrimiento del otro, pero en la patología sexual se ha bautizado a estos trastornos como sádico masoquistas, dejando así a estos escritores el dudoso honor de haber bautizado estas desviaciones. Lo que en su momento persiguió y logro el Marqués de Sade, fue confrontar la falsa y mojigata moral de su época, la Napoleónica. Una moral doble en la que se le criticaba sus escritos, pero los mismos jueces y religiosos rebasan con su conducta el supuesto sadismo que él describía. Y uno se pregunta ¿quién era más sádico? ¿el Marqués con sus excitantes escritos o los jueces, gobernantes y clérigos con las bayonetas y la guillotina, y el anacrónico psiquiatra con sus métodos de tortura psicológica y física?
Las desviaciones sexuales de este tipo han existido a lo largo de la historia de la humanidad y solo ahora se les ha dado este nombre, pero han estado y siguen estando tan presentes como antaño y como en la época del Marqués de Sade.
En la película La guerra de los Roses, se presenta una pareja con una relación sadomasoquista en la que ambos se alternan los roles, hasta terminar matándose ambos, y en la película Durmiendo con el enemigo, se ve más claramente como él es el sádico y ella la masoquista. En la película Luna amarga, de Roman Polanski, los personajes se intercambian los roles de sádicos y de masoquistas. Hay parejas con estas desviaciones en las que cuando alguien externo intenta ayudar a la parte masoquista a que se libre del yugo del sádico, ésta se rebela contra el supuesto libertador y defiende a su sádica pareja, pues es la única manera que conoce de encontrar excitación y placer en la vida. Otra interesante película en la que se parecían estos rasgos es la de Luna amarga, en la que se muestra la vida sexual de dos parejas.
Por último, cabe aclarar que las parejas sadomasoquistas raramente buscan ayuda psicoterapéutica para resolver este problema, pues obtienen una gran satisfacción sexual, aunque ésta nunca sea tan placentera como la que se alcanza en una relación sexual amorosa, exenta de tanta agresividad y en la que ambos se toman en cuenta en sus necesidades emocionales y sexuales.
Para saber más:
Estudios de clínica psicoanalítica sobre la sexualidad, Etchegoyen, R. Nueva Visión.
Diccionario de psicoanálisis. La Planche y Pontalis, Labor.
Página web: www.gratisweb.com/daf_de_sade/