LAS FANTASÍAS SEXUALES.
La naturaleza hace los cuerpos y la psicología y cultura las fantasías, juntas pueden llevar al hombre y a la mujer al paraíso del placer sexual ilimitado y sin costo alguno.
Las fantasías sexuales las puede tener todo el mundo y existen como una manera económica de obtener placer sin tener que hacer mayores esfuerzos físicos. Desde los primeros meses de vida, el bebé tiene la capacidad de fantasear y ésta la desarrollará en base a sus cotidianas experiencias sobre lo bueno o malo que sienta al mundo que lo rodea y la manera en que experimente la satisfacción de sus necesidades. La fantasía la empleara como una forma de economizar energía libidinal. Así, cuando la mamá se tarde un poco más en darle el pecho o el biberón o en aparecer para calmarlo, el bebé recurrirá a los recuerdos de los momentos en que fue satisfecha su necesidad y se calmara con dicho recuerdo, esto es, fantaseara que su madre lo está satisfaciendo en su necesidad, aunque en la realidad no sea así.
La capacidad de fantasear está ligada con la de jugar, crear y recrear su mundo. Una persona que se la pasa fantaseando sin aterrizar los pies en la tierra, tendrá problemas con su mundo circundante, porque no se adaptara a su realidad, pero una persona incapaz de permitirse fantasear empobrecerá su mundo interior y sé vera muy limitado y sin aspiraciones.
En la vida sexual, las fantasías sirven como estímulo para la relación y como una manera de acrecentar el placer obtenido con la pareja sexual, o a solas si no se la tiene a la mano. En la medida que la persona se permita fantasear experiencias con su pareja o con algunas otras personas sin sentirse culpable por experimentar placer por ello, su vida sexual se verá enriquecida.
Las fantasías pueden ser con la pareja actual o con otra, de tener ciertas posiciones, de ser tocado en determinadas partes del cuerpo, de ser otra persona, tal como un artista o algún súper héroe, de durar eternidades en la relación sexual, de alcanzar un orgasmo cósmico, o de hacerlo una y mil veces de manera exitosa.
Existen fantasías sexuales que pueden hacer sentir culpable a quien las tiene, tales como las de ser infiel con la pareja, o las de tener experiencias homosexuales, sin ser homosexual, o las de hacerlo con menores de edad o con algún familiar cercano, pero en la medida en que solo sean fantasías, la persona no debería sentir ninguna culpa y si permitirse la excitación y el placer de tenerlas al estar con su pareja.
También existen algunas fantasías que suelen ser inconscientes, esto es, la persona no sabe que las tiene, pero que lo excitan y pueden hacerla sentir mal al grado de sabotearle el placer sexual que debería o podría tener, si no las experimentara como prohibidas por su conciencia moral o súper yo.
Cuando se tiene la confianza y seguridad de contar con una pareja comprensible y amorosa y de criterio maduro, compartir las fantasías sexuales suele acrecentar el placer obtenido en la relación, además de que se fortalecen y estrechan los lazos afectuosos y sexuales entre ambos. Cuando las inhibiciones, prejuicios y sentimientos de culpa son fuertes, las fantasías son reprimidas y la vida sexual se hace pobre y rutinaria con el consecuente perjuicio para la relación sexual y amorosa de la pareja. Por ello es recomendable que las personas se permitan entrar en contacto con sus fantasías y en la medida de lo posible y que no perjudiquen a la pareja ni a terceros, se atrevan a llevarlas a cabo en la intimidad de la alcoba.
Las fantasías sexuales son una buena ayuda para enriquecer las experiencias sexuales, sobre todo cuando son compartidas con la pareja y ésta las acepta.
Si las personas se permiten desahogar sus inquietudes sexuales en un ambiente de respeto y afecto hacia su pareja, cualquier fantasía será buena para enriquecer la experiencia sexual.