LIBERACIÓN Y SEXUALIDAD FEMENINA.
La revolución sexual de los años sesenta trajo consigo la liberación femenina y con ella una mejor vida sexual para las mujeres. Este movimiento y el uso de los métodos anticonceptivos, contribuyó a que las mujeres ya no quedaran a merced de la sexualidad masculina para poder disfrutar de la suya. Con la anticoncepción las mujeres se fueron haciendo más dueñas de su sexualidad y lograron gozar de ésta sin el miedo al embarazo. Anteriormente si una mujer tenía sexo, corría el riesgo de quedar embarazada, a menos que su pareja masculina se colocara el condón de manera adecuada. Ahora ellas deciden cuándo y de quién se embarazan.
Con la liberación femenina, surgieron nuevas situaciones en la interacción entre los sexos. La mujer dejo de ser un objeto de uso personal del varón, ahora tiene voz y voto en las relaciones conyugales. Se siente con el derecho de decidir si quiere o no tener sexo con su pareja, además de que sabe que le puede decir qué le agrada y que le desagrada. La liberación femenina contribuyó a que se realizaran los estudios de género que han aportado información novedosa para comprender las diferencias sexuales entre ambos sexos. Ahora se sabe que ninguno es mejor que el otro, sino que son diferentes, a la vez que complementarios. Las mujeres han descubierto que pueden disfrutar del sexo sin someterse al varón y que ellas responden de manera diferente a los estímulos sexuales. Que su sexualidad no es de menor calidad a la de los hombres, es diferente y tiene sus complejidades propias.
El concepto de envidia de pene, postulado por Freud ya no se aplica tan literalmente. La mujer no envidia al hombre porque tenga pene, sino por los privilegios que éste se abroga y que después la sociedad refuerza, como son el hecho de ser él quien elige a la mujer para el matrimonio; el que toma la iniciativa en el cortejo, quien da su apellido a los hijos, el que a igual trabajo, gana más y el que tiende a dominar a la mujer. Con la liberación femenina se ha buscado establecer relaciones de género más equitativas, en las que la mujer pueda realizar actividades que realiza el varón sin ser acusada de marimacho. Que pueda tomar la iniciativa en las relaciones sexuales sin que se sienta una prostituta o sin que su pareja masculina la rechace y confronte por ser la que desea algo novedoso en las relacione sexuales. La mujer actual tiene voz y voto en la planeación del número de hijos que desea tener, a qué escuela llevarlos y como educarlos. Ahora sabe que puede demandar a su marido si éste la maltrata física, emocional o sexualmente y que cuenta con el apoyo de las instituciones para su defensa.
Respecto a su vida sexual se siente con el derecho a exigir ser satisfecha en la misma y busca alcanzar el orgasmo, ya no se deja “ser usada” por su pareja, como lo llegaron a permitir su madre o sus abuelas. Tiene menos prejuicios sexuales y se permite mayores libertades para manifestar sus deseos y fantasías en la cama con su partenaire. La liberación femenina ha contribuido a disminuir el índice de mujeres anorgásmicas y a incrementar el número de parejas que buscan ayuda profesional para solucionar los problemas sexuales derivados de las incapacidades masculinas para responder a las demandas femeninas. Las mujeres ya no callan en silencio su frustración sexual. Protestan y proponen soluciones para una mejor calidad de vida conyugal, pues se sienten con el derecho a demandar que se les brinde un mejor trato sexual, emocional y amoroso.
Para algunos hombres sigue siendo difícil comprender las demandas de sus parejas, ya que en ellos continua la ancestral tradición de sentirse los reyes de la alcoba y solo quieren desahogar su esperma, sin pensar en las necesidades de su pareja, que suelen ser algo más complejas que las suyas. En términos promedio, el hombre eyacula a los siete u ocho minutos después de haber iniciado la penetración vaginal, en cambio, la mujer necesita de diez y ocho minutos de movimientos coitales par alcanzar el orgasmo con la penetración. Esto conlleva que el varón se interese más por los juegos previos y le dedique más tiempo a las caricias y los besos, antes de la penetración. Lo cual implica que controle sus impulsos y prisas por la eyaculación. Las mujeres actuales ya no se inhiben tanto por el sexo oral o anal, sino que los toman como parte de las actividades eróticas que les brindan placer y las llevan al orgasmo.
En la actualidad las mujeres ya no permiten ni se someten a las agresiones masculinas como antaño, ahora se atreven a rebelarse y solicitan el divorcio cuando las cosas no marchan bien. Saben que pueden salir adelante por sí mismas o con la ayuda de su familia, si su pareja no ha sido capaz de comprenderlas y complacerlas en sus necesidades emocionales, sexuales, económicas y culturales.
La liberación sexual femenina no solo se ha reflejado en una mayor y mejor participación de la mujer en las actividades laborales, educativas, sociales, políticas y económicas, sino esencialmente en su desempeño en la alcoba conyugal. Ya no es una espectadora pasiva, ahora es parte activa y dinámica del interjuego sexual y amoroso con su pareja, con la que tiene una relación más equitativa y más placentera. Depende de los varones saber apreciar a sus mujeres con estas fortalezas y aprovecharlas para afianzar más sus lazos conyugales y familiares.