LA EDUCACIÓN SEXUAL DE LOS HIJOS.
“¿Cuándo debo hablarles a mis hijos del sexo?”. “¿A qué edad preguntan los niños sobre el sexo?”. “¿Qué debo hacer si mi hijo de 4 años se toca sus genitales?”. “¿A qué edad le debo decir a mi hija lo de la menstruación?”. “¿Es normal que mi hijo de trece años se masturbe”?. “¿Les debo platicar a mis hijos sobre los preservativos y los anticonceptivos?”. “¿Debo hablar con ellos de los riesgos de una mala sexualidad?”. Estas son sólo algunas de las muchas preguntas que se plantean los padres cuando tienen el deseo de educar a sus hijos en una sexualidad sana y placentera y no saben cómo hacerlo.
A los niños se les debe hablar sobre la sexualidad desde que preguntan y esto lo hacen desde que empiezan a hablar, pues inquieren sobre si son niños o niñas; después averiguaran sobre las diferencias sexuales y se preguntaran cómo es que vinieron al mundo, cómo entraron a la panza de mamá y cómo salieron de ahí. Conforme crecen, sus preguntas van siendo cada vez más elaboradas y esperan respuestas claras y completas. Preguntaran porqué los niños tienen pene y las niñas vagina, porque mamá tiene senos y papá no, y porque en la noche se escuchan ruidos raros en su recamara.
Pero la educación sexual de los niños no comienza cuando éstos hacen sus primeras preguntas, sino desde el momento en que se desea traerlos al mundo y sobre todo desde que se conciben. Antes de ello, ya existe en la mente de los padres un deseo por el bebé y ese bebé tiene un sexo en la fantasía de los progenitores. Una vez concebido, las fantasías y deseos sobre el sexo del hijo crecen conforme éste evoluciona en el vientre de su madre y cuando nace, si su sexo sexual biológico coincide con el deseado por los padres, la felicidad de éstos es completa. Si no es así, los padres deben hacer ajustes rápidos en su mente para aceptar a su bebé tal como ha nacido y educarlo de acuerdo a los roles socialmente aceptados para su sexo biológico. Cuando esto no sucede, el bebé sufrirá las consecuencias de no haber sido aceptado tal como nació y muy seguramente tendrá serias complicaciones de identidad sexual que afectaran su conducta y estabilidad emocional.
Suponiendo que el bebé ha sido aceptado tal como ha nacido, la educación sexual continuara en la lactancia. La manera de acunarlo y amamantarlo, de mirarlo y de hablarle, de asear su cuerpo y de acariciarlo, influirán para que se sienta querido como varón o como mujer y desde aquí se ira educando para comportarse de uno u otro modo.
Cuando empieza a hablar, preguntara porqué es niño o niña, querrá saber sobre la forma de nacer, se tocara sus genitales y sentirá placer al hacerlo, investigara el cuerpo de sus padres, hermanos y amigos e intentara emular a sus padres en el acto sexual, jugando al papá y a la mamá o al doctor y a la enfermera, de manera sana y natural.
Las actitudes que los padres tengan ante estos hechos marcaran el tipo de educación sexual que el hijo recibirá, independientemente de la cantidad de información que se proporcione. Se educa con el ejemplo. Pero nunca deberán tenerse relaciones sexuales en presencia de los hijos, pues éstos se sobreexcitaran y pensaran que la sexualidad es algo agresivo y violento, pues no pueden comprender los gritos, jadeos y posiciones que sus padres adoptan durante el coito.
A los niños deberá respondérseles de manera adecuada para su edad, de forma clara y sencilla e invitarlos a investigar más sobre sus dudas, para que su curiosidad sexual se desarrolle y aprendan los conocimientos necesarios que les servirán para tener y mantener una vida sexual sana, creativa y satisfactoria durante toda su vida.
Si el chico o niña se tocan sus genitales, no deberá regañárseles ni amenazárseles con crueles castigos, sino que deberá dejárseles explorar su cuerpo y después hablar con ellos acerca de lo que significa tocar sus genitales y el placer que sienten al hacerlo. Si se comprende que los pequeños pasan por una etapa normal de curiosidad e inquietud sexuales, se actuara con tranquilidad y buen tino para demostrarles que se les entiende. Si el niño se masturba compulsivamente y deja de interesarse en las actividades propias para su edad, se aísla y solo se interesa en tocar su cuerpo, habrá que consultar a un profesional de la salud mental que posea un amplio criterio y conocimiento sobre la sexualidad humana.
Entre los dos años y medio y los cinco a seis años de edad, ambos sexos viven una etapa de mucha curiosidad sexual, llena de fantasías acerca de las relaciones entre los padres y desean poseer sexualmente al padre del sexo contrario: es el famoso complejo de Edipo. Si los padres son cariñosos y comprensivos, establecerán la prohibición del incesto de manera afectuosa, suave y saludable, sin alarmarse ni excitarse por los deseos sexuales de sus hijos.
No se debe reprender a los niños si se les descubre jugando al papá y a la mamá o explorando su cuerpo o el de algún o alguna compañerita. Se debe hablar con ellos para conocer sus ideas acerca de lo que pretendían hacer y explicarles, de acuerdo con su capacidad de comprensión, las dudas que surjan al respecto. Es muy recomendable que se dedique un tiempo especial cada vez que los niños o adolescentes hagan preguntas sobre el sexo y no evadir las respuestas ni tratar de distraerlos para que no piensen en ello.
Los niños no son tontos y se dan clara cuenta si sus padres los quieren engañar o pretenden evitar afrontar alguna cuestión. Por eso debe hablárseles con la verdad y con claridad. Cuando no se tenga el tiempo adecuado para responder a sus preguntas, deberán explicarles que esas preguntas son tan importantes que merecen un tiempo especial y que hablaran de ellas más tarde. Si no se sabe qué responder, habrá que reconocerlo y decirles que se investigara para darles una respuesta adecuada y no dejar pasar el tiempo sin dar satisfacción a la inquietud.
Lo más recomendable es que ambos padres hablen con sus hijos del sexo y que no deleguen en terceros esa gran responsabilidad.
Es conveniente hablarles de los cambios sexuales antes de que éstos ocurran: menstruación, poluciones nocturnas, cambios corporales, masturbación, excitación. De los preservativos y su adecuado uso, de los anticonceptivos, del ciclo menstrual y del periodo fértil, de las enfermedades de transmisión sexual, del SIDA, de las desviaciones sexuales, de los riesgos de sufrir de abuso sexual o de una violación, para que aprendan a cuidarse. De la importancia del afecto y el amor en las relaciones sexuales y del respeto al propio cuerpo y al del otro.
Si los hijos ya están en la adolescencia y no se dialogó con ellos en la infancia sobre la sexualidad, habrá que buscar el espacio y el tiempo suficientes para sentarse a charlar con ellos. Y si ellos dicen que ya saben todo, será bueno pedirles que compartan sus conocimientos y reconocer, cuando así sea, que ellos están bien informados. Pero además de estar bien informados, es bueno preguntarles qué piensan sobre su propia sexualidad, sobre el embarazo precoz, la promiscuidad, el SIDA, etc.
Ver películas que aborden el tema de la vida sexual de los niños, adolescentes y adultos, puede ser una buena oportunidad para abordar el tema sexual y conocer qué tanto saben y cómo piensan los hijos al respecto: qué opinan sobre la primera relación sexual, el uso del condón, el alcohol, las drogas y el sexo, la paternidad adolescente, etc.
Si los padres desconocen las respuestas adecuadas a estas y muchas otras cuestiones de la vida sexual, deberán ilustrarse con una buena enciclopedia o acudir con una asesor profesional en busca de información y orientación al respecto.
Es muy importante que la educación sexual no desligue el placer del sexo y que no se le asocie con el pecado, la suciedad o la culpa. Si los padres viven una sexualidad plena, sana y satisfactoria, la educación sexual que brindaran a sus hijos, los ayudará a gozar de manera sana, madura y placentera su propia sexualidad.