NUESTRA ZONA VITAL.
«NO ME TOQUES».
Todos los seres vivos tienen la necesidad de que se respete una zona o espacio entre ellos y cualquier otro ser vivo. Cuando por diversas razones esto se viola, las reacciones de protección se ponen en marcha. En los seres humanos el espacio vital es variable pero no muy amplio. Voluntariamente se puede ampliar o restringir. Así por ejemplo cuando se viaja en el transporte público, el espacio vital se tiene que compartir con los demás pasajeros, pero si estos resultan desagradables, la persona se recorre y se queda cerca de quienes no le resultan desagradables o busca la cercanía de quienes le atraen. Cuando se esta enamorado o con la persona amada, se permite que dicho espacio se comparta, pero si se esta con extraños, se pone distancia, como cuando alguien se acerca demasiado en una fila o en una reunión, las reacciones son de tensión y de protección.
El modelo paradigmático de compartir el espacio vital es el embarazo, en el que la madre comparte su cuerpo con su futuro bebe, y después cuando lo amamanta; ya de adultos el modelo es la relación sexual de dos amantes, en la que además de compartir el espacio, comparten sus cuerpos y sus mentes, fusionándose uno en el otro, para separarse una vez pasado el momento de entrega.
Existen individuos que son hábiles para burlar dichas barreras y saben como acercarse más de la cuenta, sin que el otro oponga resistencia; es el caso del hombre o mujer que en una reunión puede tocar el cuerpo del otro desde el primer encuentro y de esta manera ejerce un poder cuasi hipnótico sobre el invadido, de tal forma que éste o ésta no pueden resistirse a dicha invasión y entonces suelen ser presa fácil de los intereses particulares del seductor.
Cuando no se ha aprendido a defender el espacio vital o este es muy restringido, el individuo en cuestión suele ser presa fácil del abuso de los demás, que penetraran en su espacio vital: hogar, cuerpo, mente, pertenencias, etc. Si desde pequeño se aprende a defender dicho espacio, gracias a los padres, de adolescente o de grande se defenderá de las invasiones y solo se permitirá la entrada a las personas de confianza y a las personas queridas por uno mismo.
Bajo los efectos del alcohol o de las drogas, es fácil que dichas fronteras se flexibilicen demasiado y por ello los borrachitos que ni se conocían al entrar a un bar salgan abrazados y dándose de besos, o que una chica que asiste a un café o discoteca termine en los brazos o en la cama del invasor, sin habérselo propuesto conscientemente.
El espacio vital es la frontera que se pone entre el propio cuerpo y el de los otros, entre la cerca o barda de nuestra casa y la del vecino, entre nuestra recamara y la de nuestros padres, hijos o hermanos. Cuando por problemas económicos, psicológicos o por la pérdida de la libertad se tiene que compartir con otros, la tensión, el enojo, la frustración y la delusión de la identidad no se hacen esperar, con el consecuente perjuicio en la salud e integridad mental.
El espacio vital es pues transcendental para la sobre vivencia y por lo mismo debe respetarse y crearse las condiciones que aseguren y garanticen su inviolabilidad involuntaria.