EL FETICHISMO SEXUAL.
El fetichismo está considerado dentro de las desviaciones sexuales porque el sujeto fetichista obtiene placer a través del objeto fetiche y no en la relación completa con la persona con quien se relaciona. El término proviene del empleo que hacían los pueblos primitivos de objetos a los que les conferían cualidades mágicas, llegando a creer que su posesión los protegería de algún mal en especial.
Pero ¿por qué algunas personas se inclinan por el fetichismo como medio de descarga de su sexualidad? ¿Qué hay detrás del fetichismo? ¿Es solo una elección diferente sin mayores consecuencias? O ¿es producto de algún trastorno emocional y de la vida sexual?
En algunos casos el fetichista se excita y llega la descarga orgásmica en ausencia de la persona, solo basta que posea un objeto usado por la persona deseada para lograr su objetivo. Puede ser una prenda íntima, un zapato, unas medias, un mechón de pelo, etc. Es por esta razón que sus relaciones son pobres y no se interesa por las personas con las que comparte su limitada sexualidad.
Sin embargo, dentro de las relaciones sexuales de algunas personas «normales», el fetichismo suele jugar un papel importante, como es el caso del marido que se excita más fácilmente si su mujer usa un determinado tipo de ropa íntima o algún otro objeto en especial, o si se perfuma con ciertas fragancias, aunque en estos casos el objeto fetiche es solo un auxiliar en las relaciones y no suple a la persona de su pareja sexual.
Dentro del problema del fetichista lo esencial es que no se preocupa por la persona con la que esta, sino solo por obtener su satisfacción personal, la cual no es tan completa como la de quienes no padecen este tipo de desviación sexual, pues la entrega sexual es más completa en éstos últimos, pues toman en cuenta a toda la persona y no solo una parte del cuerpo de ésta.
El fetichista sufre de angustia frente a los genitales de su pareja y es por eso que necesita centrar su atención en un objeto diferente para poder permitirse la excitación sexual y lograr una descarga erótica. Teme darse cuenta de que la mujer no posee un pene, ya que en su niñez creyó que las mujeres lo tenían, y al descubrir que no es así, cayó en una angustia de castración terrible que lo llevo a preferir la presencia del objeto fetiche y no a la persona de carne y hueso, para alcanzar la excitación sexual.
Los objetos del fetichista sexual generalmente tienen alguna relación con los genitales masculinos: trenzas, pelo, zapatos, medias, botas, que por su forma, color u olor se asocian con los genitales, de tal forma que al estar frente al objeto fetiche inconscientemente hace una negación de la realidad y puede tener la anhelada excitación sexual.
Este tipo de desviación se presenta por lo general entre los varones y suele aparecer en la adolescencia. En la medida en que no afecta a terceros solo genera una experiencia empobrecida de la vida sexual del fetichista. Cuando comparte con su pareja su problema, ésta suele tener sentimientos de que lo menos importante es ella, pues si no está presente el objeto fetiche, el sujeto no logra excitarse, por más que diga querer a la persona que lo acompaña.
En tanto que limita la calidad de vida sexual, el fetichismo es un trastorno de la misma y como tal debe atenderse. Sin embargo, la mayoría de las personas que padecen de alguna desviación sexual raramente solicitan ayuda psicoterapéutica para resolver la misma, pues están acostumbradas a desahogar su necesidad sexual con sus objetos fetiches, aunque dicha satisfacción sea incompleta. Los fetichistas prefieren la seguridad del objeto fetiche, que nos les pide nada, que la presencia de una persona que demanda ser tomada en cuenta.
El trastorno tiene su origen en la infancia y está asociado a la conducta infantil de poseer un osito de peluche, una cobijita o algún otro objeto que necesitan para irse a dormir sin angustia y que de alguna manera suple la figura de la madre, pero no todos los que usan este tipo de objetos en la infancia se transforman en fetichistas. Solo lo harán aquellos que no hayan sabido resolver adecuadamente su angustia ante el conocimiento de las diferencias sexuales entre niños y niñas y que se hayan quedado fijados en una experiencia de angustia de castración, esto es, que hayan temido perder sus genitales masculinos y convertirse en mujer.
Cuando llegan a la adolescencia y la vida adulta, el fetiche les servirá como tranquilizante de sus miedos infantiles.
Cuando un fetichista solicita ayuda psicoterapéutica lo hace, casi siempre, presionado por la inconformidad de su pareja sexual o porque se ha cansado de tener descargas sexuales incompletas e insatisfactorias y anhela poder amar a su pareja por sí misma y no por la presencia del objeto fetiche. En estos casos es cuando el psicoanalista puede hacer algo por el paciente que padece de fetichismo.
Es importante resaltar que un fetichista no es ningún degenerado, ni es una mala persona por esto. Son personas que no han tenido la posibilidad de tener una vida sexual más plena y satisfactoria y que a veces sufren por ello.
Para ayudar al fetichista:
No debe rechazarlo por su problema.
Si es su pareja sugiérale que busque ayuda profesional, a menos que a usted no le afecte en su vida sexual.
No lo vea como si fuera un bicho raro.
Comprenda que es una más de las fallas que se dan en la vida sexual humana.
Pídale que reflexione acerca de lo satisfactorio que es compartir la sexualidad con otra persona y no con objetos inanimados como los fetiches.
Para saber más:
Socárides Charles. Las perversiones sexuales, Universidad de Guadalajara y Asociación Psicoanalítica Jalisciense.
Pérez F. Celia J. Antología de la sexualidad humana, tomo 3. Miguel Ángel Porrúa.