SEXUALIDAD Y MATERNIDAD.
A menos que un ginecólogo lo señale, no existe ninguna razón válida para que una mujer embarazada deje de tener relaciones sexuales con su pareja, durante prácticamente todo ese periodo. Es más, debería estar indicado el que mantenga relaciones sexuales como medida profiláctica de salud mental y física, pues hacer el amor fortalecerá los lazos entre la pareja en este periodo tan importante de su vida.
En los primeros meses de gestación, la mujer sufre cambios importantes en su cuerpo y los primeros ocurren en el tamaño, peso y sensibilidad de sus pechos y pezones, los segundos se dan en sus genitales que al hincharse de sangre y no retornar fácilmente a su tamaño y forma original producen una mayor excitación en la mujer, la cual necesita desahogar para no estar tensa.
En la mayoría de las mujeres, el deseo sexual se incrementa con el embarazo, pero los prejuicios sexuales le impiden manifestarlo a su pareja, con lo cual se limita en la satisfacción sana de su sexualidad. Es normal que las mujeres embarazadas deseen tener sexo en este periodo y no deberían sentirse avergonzadas porque su libido se ve incrementada. De hecho podrán tener sexo hasta el octavo mes de embarazo sin ningún peligro para ellas o para su bebe.
En casi todas las culturas el papel de la maternidad es muy valorado y muchas veces desexualizado pues se le concede mayor importancia a la función reproductiva y al cuidado del bebé, que al placer de la madre. Esta ideología contribuye a que tanto las mujeres, como los hombres, tiendan a desexualizar a las madres, sean jóvenes o no. La paradoja de todo esto es que la sexualidad las convierte en madres y el maternaje las desexualiza y priva del placer que necesitan. En el mundo occidental a las madres se les suele poner en una especie de altar religioso, lejos de la imagen de la mujer seductora, deseosa y sexosa con el fin de mantenerla a salvo de los deseos edípicos incestuosos, ya que una mujer sin sexo no es deseable.
En el proceso para desexualizar a la madre, contribuyen hombres y mujeres por igual. Los primeros porque quieren mantener la idea de que su madre y ahora su esposa, no deben sentir deseos sexuales mientras están gestando y después criando a los hijos. Las mujeres, por su parte, debido a la tradición en la que han sido educadas, participan de la misma idea y se auto cancelan todo tipo de deseo sexual. Pero en realidad no hay ninguna razón válida para que las mujeres cancelen su sexualidad durante la maternidad. En realidad quienes continúan su vida sexualmente activa durante el embarazo y después de la cuarentena, son mujeres más sanas, más satisfechas consigo mismas y en consecuencia mejores madres, pues no dejan de ejercitarse en el placer de la cohabitación conyugal. A excepción de los casos en los que el ginecólogo recomiende reposo absoluto por el riesgo de un aborto, no hay razón para dejar de mantener relaciones sexuales durante el embarazo, inclusive hasta el octavo mes de gestación o un poco más, la pareja puede seguir con su vida sexual activa, solo acoplándose a las mejores posiciones, para que la mujer disfrute de la experiencia.
Las mujeres embarazadas suelen llegar a experimentar orgasmos por primera vez en su vida en este periodo debido a la inflamación que sufren sus genitales, lo cual resulta muy placentero para ellas. Otras suelen tener orgasmos menos intensos por las mismas razones. Unas más suelen experimentar orgasmos múltiples por primera vez en su vida. Todas pueden gozar de la sexualidad si se deshacen de sus miedos, prejuicios e ignorancia sobre la sexualidad y sobre todo si tienen parejas comprensivas y amorosas que las amen por sí mismas y por su embarazo.
Tanto los hombres como las mujeres suelen dejar de tener sexo durante el embarazo y a veces después de varios meses posteriores al parto por una serie de prejuicios y/o malos entendidos. Algunas mujeres se sienten mal de ver cómo cambia su cuerpo con el crecimiento del bebé y temen no ser agradables a su pareja por lo que se niegan al sexo. Por su parte, los hombres llegan a creer que pueden lastimar al bebé o peor aún, que el bebé les puede dañar su pene y prefieren evitar las relaciones sexuales con su pareja embarazada. En los casos en los que es el hombre el que se angustia y se niega al sexo con su mujer embarazada o recién parida, la fémina se sentirá rechazada y en ocasiones culpable por sus deseos sexuales, llegando a creer que es una mala mujer y una mala madre por su excitación sexual.
Una vez nacido el hijo, es normal que ambos padres terminen el día agotados por la atención brindada al pequeño, pero pasada la cuarentena, el hombre debe reinstalar a su pareja en su rol sexual, sacando al bebé de la alcoba conyugal y reanudando las relaciones sexuales sin miedos. El bebé nunca debe estar en la habitación cuando los padres tengan sexo, pues esto le afecta en su desarrollo psicológico y la madre no se podrá concentrar en su cuerpo para alcanzar el orgasmo, por estar pendiente de las necesidades de su hijo. Es recomendable que tanto las mujeres como los hombres, dejen de disociar a la mujer y puedan concebirla como una misma en sus funciones de mujer sexuada, madre, pareja y persona. Al integrarla en todos sus roles, ambos sexos podrán disfrutar mejor de la convivencia sexual. Las madres tienen tanto derecho, como las que no lo son, a disfrutar de su sexualidad y los hombres necesitan comprenderlas y no temerle al sexo durante el embarazo ni después del parto.
Para algunas personas, la madre es alguien pura y santa, asociada con la virgen de Guadalupe, se le disocia del sexo, al cual se le concibe como malo, sucio y pecaminoso, razón por la que evitan, rechazan y recriminan a las mujeres que estando embarazadas o recién paridas, desean continuar con su vida sexual, asociándolas con la Malinche. En estos casos prevalecen los prejuicios y la incultura sexual, así como el temor a las mujeres sexuales.
Por otra parte, la fatiga que conlleva el embarazo y la crianza de un hijo, influye para que algunas mujeres prefieran acostarse a dormir y se nieguen al sexo cuando su pareja se lo solicita y argumentan que es por el bebé, con lo cual refuerzan la idea de que las madres no “cogen”. En estos casos el riesgo de una infidelidad masculina se incrementa pues, al sentirse rechazado por su mujer, el varón buscara el desahogo en cualquier otro lugar. Por ello es importante que ambos dialoguen y se apoyen mutuamente en las labores que implican el embarazo y la crianza del hijo.
La sexualidad produce a las madres y la maternidad suele matar a la sexualidad con el consiguiente daño para la pareja, lo cual va en perjuicio directo para el hijo. Si tanto las mujeres embarazadas, como las que ya son madres, cuidan y mantienen su vida sexual activa, con el apoyo de su pareja masculina, lograran ser mejores personas, mujeres y madres, pues al poder continuar disfrutando de su sexualidad sin culpas, serán más felices y dispondrán de mejores energías para atender las necesidades de sus hijos, sin descuidar las propias ni las de su pareja masculina, padre de sus hijos. Todas las mujeres tienen derecho a ser madres y a continuar disfrutando de su sexualidad durante la gestación y después del parto, pues antes de ser madres han sido y seguirán siendo mujeres.
Artículo escrito para el programa El expreso de las diez de Radio Universidad de Guadalajara del jueves 8 de mayo de 2014.