EL DIVORCIO: CAUSAS Y CONSECUENCIAS
Guadalajara, Jal. 26 de agosto de 2014
EL DIVORCIO: CAUSAS Y CONSECUENCIAS[1].
El divorcio es la terminación del vínculo matrimonial y puede ser tramitado por mutuo acuerdo o por petición de una de las partes. Las razones para realizarlo son múltiples, entre las principales están las diferencias de caracteres, la infidelidad, la violencia intrafamiliar, el abandono del hogar por uno de los cónyuges y la incapacidad mental.
Hoy en día el divorcio lo puede tramitar cualquiera de los cónyuges, pero no siempre ha sido así. Antiguamente solo lo podía solicitar el varón, pues la mujer no tenía ningún valor. Bastaba con que el hombre decidiera que ya no quería vivir con la mujer y devolviera la dote para que el matrimonio se disolviera. Una mujer divorciada no podía volver a contraer nupcias. En algunas épocas de la historia, el divorcio no era permitido en ciertas culturas.
En la actualidad el divorcio es cada vez más frecuente y son millones las mujeres que lo tramitan, pues ya no están dispuestas a vivir en una relación conyugal insatisfactoria. Sin embargo, cuando no se maneja de manera adecuada y la separación implica la misma o mayor violencia que la existente en el matrimonio, todos los integrantes de la familia resultan perjudicados, especialmente los hijos, sobre todo si éstos son menores de edad y son utilizados como carne de cañón para agredirse conyugalmente.
Cuando es imposible continuar con la relación matrimonial, y seguir juntos es más patológico que beneficioso, lo mejor es llegar a acuerdos que permitan un divorcio de mutuo acuerdo en el que lo que tenga que repartirse se haga de manera civilizada; en donde los hijos no sean involucrados de manera agresiva y en el que ninguno de los cónyuges se divorcie de los niños; salvo en el caso en el que haya habido probado abuso físico, sexual y/o psicológico sobre ellos.
Los hijos, cuando son pequeños suelen resentir más la separación de sus padres y anhelan que estos vuelvan a reencontrarse, pues para ellos ambos padres son esenciales. Cuando son adolescentes, tienen más capacidad de reflexión y en ocasiones son ellos los que les proponen el divorcio a sus padres, con el ánimo de evitar que las escenas violentas persistan en el hogar y los sigan dañando.
El divorcio, sea por mutuo acuerdo o tramitado por una de las partes, siempre conlleva un proceso de duelo, pues se vive como una pérdida de las ilusiones originales, sobre todo cuando uno de ellos o ambos creían que su matrimonio sería hasta que la muerte los separara y cuando las familias de origen presionan para que el matrimonio continúe a pesar de las evidencias de que hacerlo es perjudicial para todos los integrantes. La separación de los amantes también implica la perdida de la convivencia sexual, que durante algunos años fue realizada con la venia familiar, social y religiosa. Para la mayoría de los varones esto no ha sido tan frustrante, pues muchos de ellos, antes de divorciarse, ya han elegido a otra mujer; en cambio, para millones de mujeres, resulta más difícil volver a establecer relaciones sexuales, pues a ellas se les dificulta más el poder hacerlo sin que haya de por medio un vínculo emocional, lo cual resulta complicado después de un fracaso matrimonial.
La sexualidad después del divorcio suele resultar más complicada para las mujeres, pues éstas se ven expuestas a diferentes situaciones conflictivas. Sus amigas las rehúyen por el temor a que sus esposos las vean como presas sexuales fáciles de conseguir, los hombres las ven como mujeres urgidas y necesitadas de sexo y cariño y son vistas como oportunidades de una noche, ellas mismas se sienten devaluadas por no tener a un hombre que las proteja cariñosamente. Si las divorciadas deciden soltarse el pelo y acostarse con cualquiera, pierden valor ante los ojos de su familia, sus hijos y de los hombres con quienes comparten la cama, por lo cual, si lo llegan hacer lo ocultan y no les resulta fácil hablarlo. Estas situaciones hacen que las mujeres tengan que reprimir sus deseos sexuales, ocultarlos o resignarse al autoerotismo. Sin embargo, cuando en la relación conyugal hubo violencia sexual, amorosa, psicológica y/o física, todo esto es mucho mejor que seguir compartiendo la cama y el cuerpo con alguien violento.
La sexualidad de los hombres divorciados no pasa por estas vicisitudes, pues culturalmente han tenido mayores permisos para desahogar su sexualidad, incluso apoyados en preceptos religiosos. La familia y lo amigos apoyan y estimulan a que los varones divorciados rehagan su vida sexual al poco tiempo de su divorcio, incluso con mujeres mucho más jóvenes que su ex pareja.
En un alto porcentaje de divorcios, las razones principales son originadas en una mala comunicación entre los cónyuges, lo cual dio origen al distanciamiento sexual y afectivo. En la mayoría de los divorcios, sobre todo cuando estos han sido con violencia, las consecuencias son negativas para toda la familia, aunque con el paso del tiempo lleguen a darse cuenta que fue lo mejor que les pudo haber pasado.
Lo ideal sería que las persona no tuvieran que llegar a divorciarse, pero cuando el matrimonio no da para más, el divorcio es una buena alternativa para seguir adelante, sin seguir sufriendo malos tratos y una oportunidad para encontrar a otra pareja más adecuada a los deseos y características de cada ex cónyuge.
[1] Artículo escrito para el programa de radio Universidad de Guadalajara El Expreso de las diez, del jueves 28 de agosto de 2014.